lunes, 27 de agosto de 2007

Semblanza de Bill Hicks

"Esto es lo que creo que la CBS, los productores del Show de Letterman, las cadenas y los gobiernos temen más: que un hombre libre, expresando sus propios pensamientos y puntos de vista, pudiera de algún modo servir de inspiración a otros para que pensaran por sí mismos y escucharan esa voz interna de la razón, y quizá entonces, uno a uno despertaran de este sueño de mentiras y espejismos con el que el mundo, los gobiernos y su brazo propagandístico, los medios de masas, nos alimentan continuamente desde 52 canales, durante 24 horas al día".


Curiosa diatriba, viniendo de un hombre cuyo medio de vida y sustento dependen de los magros ingresos que recibe por actuar en sórdidos tugurios de la América profunda, gracias sobre todo a la efímera popularidad que le proporcionan precisamente esos medios de masas a los que con tanta lucidez y desparpajo ataca. Debe de tratarse de algún suicida o de algún enajenado mental. O simplemente, de alguien cuyo concepto de la integridad profesional se encuentra a años luz del que es habitual entre la fauna de mediocridades que pueblan las televisiones de todo el mundo.


Porque Bill Hicks, el personaje que hoy nos ocupa, no fue un cómico al uso. Mucho menos si se lo asocia con la clase de espéctaculo inane, facilón y por encima de todo, tremendamente inofensivo que es El club de la comedia. Y es que en el país que ha dado al mundo luminarias cómicas de la talla de Fernando Esteso o el Isma, la idea de un tipo de comedia subversiva y arriesgada resulta tan ajena a la mente y capacidad del habitual cuentachistes de turno como el sentido del ridículo lo está del caletre de nuestro más ilustre conferenciante en Georgetown, cuando pontifica sobre las esencias de la España eterna ante un público boquiabierto por su palmario desconocimiento de la gramática inglesa, y mucho más aún de la Historia española.


Ahondemos en lo anterior. De entrada, y sin más consideraciones previas, es evidente que si la salud de la comedia en un país se mide por la calidad de sus cómicos profesionales, nos encontramos con que en España éstos últimos son casi inexistentes. Cuando en programas como El club de la comedia tienen que echar mano de actores que recitan sin convicción ni gracia unos textos que otros, con menos gracia aún, les han escrito, o que incluso embarcan en el mismo sarao a personajes decididamente siniestros como Alfredo Urdaci, no sé si con la intención de hacernos reír o de reírnos de ellos, te das cuenta de que algo definitivamente no funciona en los engranajes de toda esta parada de los monstruos. Y sin embargo, parece que la gente congregada en la sala frente al omnipresente fondo de falso ladrillo disfruta cuando Santi Rodríguez didácticamente les ilustra sobre las diferencias entre aerofagia y aerofobia, o cuando el genio noctámbulo y canalla de Enrique San Francisco se explaya sobre la sorprendente incongruencia de que un negocio se llame "de pompas fúnebres". Alucinante, y prueba en el fondo de que, pasados los años, el personal se sigue riendo del mismo tipo de patochadas que Pajares y Esteso repetían hasta el vómito en sus películas.


Bill Hicks representa un tipo de humor en las antípodas del anterior. En sus actuaciones cargaba contra todos los sospechosos habituales: los medios de comunicación, la Iglesia, la asociación nacional del rifle, los grupos "pro-vida", el partido republicano de Estados Unidos, el Ku Klux Klan, etc. Todo ello sin dejar de ser tremendamente divertido y procaz, una especie de "Chomsky con chistes de pollas", como él mismo definía su estilo. Porque Hicks fue un cómico hilarante, descojonante, alguien para quien es difícil encontrar una comparación adecuada, tan sólo cabe citar algunos referentes para que aquél que no lo conozca se haga una idea: los hermanos Marx, los Simpson, Woody Allen, Monty Python, John Kennedy Toole y quizá, aunque Hicks seguramente nunca los llegara a leer, los casos de Isidro Parodi, que Borges y Bioy Casares escribieron al alimón.

Tan sólo queda recomendar vivamente a todos los amantes de la comedia que se hagan con cualquiera de las grabaciones que Bill Hicks nos legó, en particular "Rant in E minor" y "Philosophy (the best of)", ésta última por ser una buena recopilación de su obra y por ser la que se puede conseguir con más facilidad. Lean también si pueden encontrarlo el magnífico artículo que Mondo Brutto le dedicó en su número 33, una maravilla de ironía y exhaustiva documentación. De ese artículo me permito incluir un párrafo que recoge parte de una de sus últimas actuaciones, precisamente la que tras ser censurada motivó que Bill escribiera la carta que parcialmente se reproduce arriba. Por entonces, ya sabía que moriría en el plazo de unos meses debido a un cáncer de vesícula que le diagnosticaron en junio de 1993, y que no le impidió seguir trabajando a su ritmo habitual. En esa actuación comenzaba diciendo que era "su última noche como comediante... porque acabo de recibir la noticia de que por fin me han dado un programa televisivo para la próxima temporada". El público aplaude. "Gracias amigos, gracias. Por fin la CBS ha dicho sí y empezaré con media hora semanal... El programa se llamará 'Demos caza y muerte a Billy Ray Cyrus'". Silbidos de pura y lógica emoción. "Creo que el título es bastante autoexplicativo: cada semana dejaremos sueltos a los Perros del Infierno rastrear el globo entero hasta que apresen y nos traigan a ese anormal sin talento. Entonces, en el plató, le agarraré por su coleta pringosa, le arrodillaré, y le pondré este cañón en la boca como una gran Polla Negra de la Muerte... Ah, y serán sensacionales nuestros especiales de Navidad, 'Demos caza y muerte a MC Hammer' y 'Demos caza y muerte a Michael Bolton', va a ser un gran show".

Y para finalizar reproduciré otro párrafo de la carta de 39 páginas que envió a los productores del Show de Letterman tras ser censurada su última actuación en ese programa:

"De lo que me di cuenta es de que no quieren que el público despierte. La élite gobernante nos prefiere adormecidos de manera que sigamos siendo un rebaño dócil y apático de consumidores pasivos y que no nos inmiscuyamos en el verdadero plan de nuestros gobiernos, que es inculcarnos y hacernos bien presente una imagen de un mundo repleto de problemas irresolubles, que ellos, y sólo ellos podrían de alguna forma, en un futuro que nunca llegará, ser capaces de resolver. Continuad dormidos, Estados Unidos. Seguid viendo la televisión. Seguid prestando atención a los innumerables testigos de la ilusión que os proporcionamos desde la "Caja de sueños de Lucifer".

Imposible decirlo más claro.

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